El pecado como intención egoísta, supone el rechazo del bien. Y la percepción de lo bueno evoluciona a medida que avanza nuestro conocimiento del daño que suponen ciertas acciones: el daño ecológico a una especie en extinción o la contaminación del aire o de un cauce de agua, no eran entendidos por el hombre en tiempos antiguos. En la medida en que ahora son entendidos, destruir estos bienes es un alejamiento del bien.
Igualmente ahora sabemos que alimentarnos de animales, supone un abuso de los recursos naturales (un kilo de carne consume muchísima más agua y más terreno cultivado y más fertilizantes y pesticidas que un kilo de cereal), pero además supone un riesgo de contaminación, como se ha visto en las pandemias: sida, vacas locas, sars, virus de Wuhan, …
Nuestro avance en el conocimiento parece que nos lleva a la conclusión de que alimentarnos de animales sobre-explota el planeta y peligra nuestra salud. Pero tiran contra esta conclusión la costumbre, la renuncia a una pequeña austeridad en la alimentación y el poder de los productores de estos alimentos que se manifiesta en publicidad, investigaciones subvencionadas e influencia política.
29Y dijo Dios: «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. 30Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira».
Génesis 1
¿Es compatible ser un buen ciudadano del mundo con el sacrificio de animales, sólo para ampliar el catálogo de manjares que llegan a nuestras mesas?
¿Debe un católico considerar el vegetarianismo como una entrega a Dios, por su austeridad y mejora del mundo?
10Dios repuso: —Tú te compadeces del ricino, que ni cuidaste ni ayudaste a crecer, que en una noche surgió y en otra desapareció, 11¿y no me he de compadecer yo de Nínive, la gran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas, que no distinguen la derecha de la izquierda, y muchísimos animales?
Jonás 4
La escena del sacrificio de cualquier animal, de los que habitualmente nos alimentamos, es un acto violento y no tan necesario. Aceptado por la costumbre de generaciones, pero rechazado por cualquier niño que mire la escena con inocencia. Por cualquier mirada no endurecida por la costumbre o la resignación.
17Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: (…) 25El lobo y el cordero pacerán juntos, el león y el ganado comerán forraje, la serpiente se nutrirá de polvo. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo —dice el Señor—.
Isaias 65
Dios, a través de la ciencia y la técnica, nos va descubriendo el funcionamiento de la naturaleza, del cual deducimos la mejor forma de relacionarnos con ella para obtener todo lo que necesitamos y disfrutar todo lo que descubrimos, haciendo también menos daño a su equilibrio.
1Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva (…)
1Y me mostró un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. 2En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones.
Apocalipsis 21 y 22
El mundo que Dios nos muestra al final de los tiempos, nos ofrece alimentos y medicinas que provienen de los frutos y hojas de un árbol. Y este árbol bebe del rio que mana del trono de Dios y del Cordero.
Por otro lado el Antiguo Testamento insiste en el sacrificio a Dios de animales sin defecto como ofrenda agradable a Él. Son un adelanto del sacrificio de Cristo en la cruz. La inocencia de los animales, en los que vemos algún reflejo de virtudes como la lealtad o la generosidad, son también una figura de este sacrificio. Comer carne es un recordatorio de que, para sobrevivir, para salvarnos, necesitamos de un sacrificio ajeno a nosotros.
¿Debemos pues aceptar pacíficamente el sacrificio de los animales para nuestro alimento, como pequeña representación de nuestro alimento en la Eucaristía?