El gato y el gorrión

Un pollito de gorrión me despierta con su angustiado piar, en medio de la noche.

Mes de mayo, tres y pico de la mañana. Oigo un pajarito cantando. Hace más ruido del normal en el amanecer, … y además aún queda un poco para que salga el sol. Pía con insistencia y me parece que lo estoy oyendo dentro de casa. Me levanto y voy al comedor.

Ahí está mi gatito negro, jugando con un gorrión de los que aún tienen la comisura del pico de color amarillo.
El instinto hace a los gatos ser muy crueles. Tiene comida en abundancia en casa, pero su instinto cazador no le deja descansar. Así que, cuando cazan una lagartija, salamandra, saltamontes, ratón de campo o pajarito inician el juego de soltarlo y cazarlo una y otra vez, hasta que de tanto zarpazo acaba muriendo.
En la penumbra logro ver al pajarito piando desconsolado en el suelo y al gato mirándole fijamente, esperando a que huya para volver a cazarlo.
Logro agarrar al gorrioncito a la primera, se queda paralizado sin saber si ha caído en peores o mejores manos, pero tratando de no hacer ruido. Es el gato entonces el que comienza a maullar pidiendo que se le devuelva su juguete.
En ese instante recuerdo la angustia que sentí de niño, cuando una urraca se llevó volando a uno de los patitos recién nacido en casa. Era espantoso oír al patito piar mientras la urraca lo llevaba de un árbol a otro fuera del alcance de cualquier posible salvación, anunciando su éxito con su voz ronca y descarnada, con su pico negro y afilado. No recuerdo haber odiado tanto a un animal.
También recuerdo la emoción de alimentar a algún pajarito caído del nido, dándole pan con leche con una palillo varias semanas, hasta que aprendía a volar y me despedía de él con mucha tristeza, … y la alegría de no tener que limpiar ya sus “regalitos”.
Ha pasado mucho tiempo de todo aquello. Ahora es mi gato quien está siendo cruel, el gato que se acurruca y ronronea en mi regazo, y que maulla pidiendo atención. Veo más su crueldad como una travesura. Pero no puedo dejar que siga con este juego.
Miro con igual cariño al gato y al gorrión, al cazador y a la víctima.
En un pequeño chispazo de luz atisbo a comprender como puede ser la mirada de Dios con nosotros, que es igual de amorosa hacia uno y otro lado de cualquiera de las barbaridades que cometemos.
Suelto al pajarito al jardín. Vuela un poco errático y rasante, pero se esconde en unos matorrales. Cierro la gatera para darle algo de ventaja. ¡Que vueles muy lejos y llegues al verano!

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