¡ Cuantas veces he tirado al suelo de la calle la publicidad que encontraba en el parabrisas del coche !
Por sólo el enfado de encontrarla. Por el recuerdo de las veces que la descubro con el coche ya en marcha y no puedo quitarla. Por esas otras veces que llueve y forma una pasta manchando el cristal.
Además, me decía; es el repartidor quien la deja en la calle, pues el exterior del coche ya es la calle. ¡Qué facil es siempre encontrar argumentos para hacer lo que queremos, y no lo que debemos!
Ahora desde que pretendo subir algún peldaño del monte de la perfección, los recojo y los llevo a casa para reciclar. Además recojo de la acera los papeles de los coches que aparcan junto al mío, y los tiro en alguna papelera.
Me da un poco de vergüenza agacharme cuando me ven, aunque poco a poco se ha hecho una costumbre que no repara tanto en si me ven o me dejan de ver.
Es bonita la idea de dejar las cosas un poco mejor de como las encontramos. Dejar la calle algo más limpia es bonito.
Aunque es mejor, y más difícil, dejar a quienes nos cruzamos en el camino más alegres, más consolados, más tranquilos. Para eso también hay que agachar nuestro orgullo ante ellos, servirles y recoger sus penas. Pero verlas no es tan fácil como los papeles en la acera. Eso ya es para aventajados.