Trabajo contemplativo

Ejemplo de tarea contemplativa.

Retiro en Las Batuecas. Nos ofrecen realizar un trabajo contemplativo y me apunto a cascar nueces. Resulta no ser una tarea tan sencilla como parecía. Las nueces son pequeñas y muy compactas. Tienen la carne pegada a la cáscara y unida al tejido que hay dentro. Hay que dedicarle mucho tiempo a cada una y sólo se obtienen muchos pedacitos pequeños, nunca trozos grandes. Tras dos horas de trabajo, apenas logro llenar media tacita. Me siento frustrado.

El cascanueces tiene flojo el  remache que une sus dos brazos, y, si no se mantiene hacia arriba, el remache se cae al cesto de las nueces o al suelo y hay que buscarlo y volverlo a poner. Las nueces son pequeñas y resbalan escapando de la presión, no se cascan a la primera. Otras están duras y al apretar mucho se aplastan formando una masa de fruto y cáscara.

Me pregunto si no podrían hacerse con un cascanueces mejor, está claro que este es una mala herramienta y otro nuevo no debe ser caro. También pienso si las nueces se han secado suficiente tiempo y si esta es la mejor variedad que podrían haber plantado, pues recuerdo otras mucho más fáciles de abrir. ¿Serán conscientes de la dificultad que tiene abrir toda la cesta que nos han dado?. No sé si dará tiempo en estos días.

Me pillo los dedos con el cascanueces. Alguna vez se me clava la cáscara y finalmente me clavo la punta de un cuchillo que utilizaba para tratar de vaciar las cáscaras. ¡Caramba!. La luz no es buena, pues la ventana es pequeña y la mesa incómoda por la altura, la silla no es la apropiada y me comienza a doler la espalda.

El segundo día, sigo en la misma línea de pensamiento y se me hace más dura la tarea. Quien haya diseñado y fabricado este cascanueces, seguro que nunca ha trabajado en esto.

Con las nueces, desdeluego voy mal, … pero voy peor con mi cabeza. Me he quejado de todo: desde el que plantó el nogal hasta el que me dió la tarea, desde el que las recolectó, al que compró el cascanueces, desde el que hizo las ventanas, al que diseño las herramientas. Me parece mala la silla, la mesa y se me ocurren mil maneras de mejorar el proceso.

El trabajo se vuelve poco a poco contemplativo, cuando gradualmente voy entendiendo que no es el mundo el que debe cambiar para que yo hiciera un trabajo con poco esfuerzo y mucho fruto. Soy yo el que debo cambiar trabajando con humildad con los medios que tengo. Todo se vuelve entonces más fácil cuando allano mi pensamiento y mi esfuerzo y lo ofrezco con confianza y sencillez. El único problema estaba en mi espíritu egoista, perezoso y engreido que deseaba haber cumplido la tarea en poco tiempo para alabanza ajena de mi labor, para retirarme a descansar antes.

Voy introduciendo entonces pequeñas mejoras en la forma de trabajar. Descubro que una vez rota la cáscara y abierta la nuez, es muy útil volver a romperla en otra dirección. Así se libera el fruto más fácilmente y se obtienen trozos más grandes. También veo que no es tan difícil mantener el cascanueces en la posición en la que no se cae el remache. Mejoro mi postura para que no me duela la espalda y me acerco más a la ventana. También me doy cuenta de que el cascanueces tiene dos posiciones, una de las cuales no había utilizado.

El último de los días soy mucho más eficiente y produzco mucho más en cantidad y en tamaño de los trozos, alguna nuez casi entera. Pero lo mejor que he aprendido es a cambiarme a mí, en vez de cambiar al mundo.

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