Viaje en avión por vacaciones.
Ponemos a prueba nuestra paciencia para convivir estrecha e incómodamente con los demás pasajeros.
Llega el momento de dormir.
El pasajero frente a mi hija reclina su asiento. Este movimiento del respaldo, acentúa aún más la sensación de encerramiento de mi hijita de 9 años.
Ella me mira y se queja con los gestos.
Le explico que es lo normal y que lo que ella debe hacer es echar su asiento hacia atrás para dormir.
No hay manera, se niega. Decide al instante que, si para ella es incómodo tener el asiento de delante tan cerca, no hará ella lo mismo con el pasajero de atrás.
Yo tampoco lo hago, pero con más razón, tengo una mujer con un bebé en brazos detrás.
Paso la mala noche mirando a mi hijita dormida. Pequeñita, pero con un espíritu mayor que el mío. Que siga siendo siempre así. Así de grande y de fuerte.