Eremitas Urbanos

¿Qué es un carisma dentro del cristianismo?. Es una forma de imitar a Cristo, desde una de las facetas de su vida.

Todo cristiano está llamado a orar, a predicar, a hacer de misionero, a santificar su trabajo, a practicar la hospitalidad, a amar y perdonar a sus enemigos, a ayudar a la Iglesia.

El carisma hace especial énfasis en alguna de ellas, utilizándola para profundizar en las demás.

Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿donde estaría el oido?; si fuera todo oído, ¿dónde estaría el olfato? Pues bien, Dios distribuyó cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso.
Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Sin embargo, aunque es cierto que los miembros son muchos, el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies «No os necesito». Sino todo lo contario, los miembros que parecen más débiles son necesarios.

SAN PABLO 1 CORINTIOS 12, 17-22

El carisma del Carmelo es la oración y la sencillez de vida, la penitencia, la soledad y el silencio. Inspirado por el profeta Elías (siglo IX antes de Cristo), seguido por los primeros padres del desierto (siglo IV) , formalizado con la regla de San Alberto (siglo XIII), impulsado por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz (siglo XVI) y continuado por Teresita del Niño Jesús (siglo XIX) y Santa Maravillas de Jesús (siglo XX).

Un buen cristiano debe tener un poco de carmelita. Y un buen carmelita debe beber de la Regla de San Alberto. Adaptarla a los tiempos, no a su comodidad y medida, sin desnaturalizar su esencia. No se puede restar importancia y contenido a capítulos de la vida de Jesús como la oración en el huerto, los 40 días en el desierto, su oración en la noche. Suavizar esta orden es empobrecer a la Iglesia. Por pocos que la compongamos, debemos ser fieles a su principio y fin: Testimoniar el valor contemplativo de la oración, silencio, soledad y pobreza en servicio de la Iglesia.

¿Se puede vivir este carisma en una ciudad del siglo XXI?

Jesús no se concedió a sí mismo ni una rutina pacífica y tranquilizadora, ni un santuario o refugio en el que descansar con seguridad. Podemos imitarle desde nuestra tarea y vida diarias.

Este tiempo de comienzos del siglo XXI, lleno de ruido e información, requiere más del Carmelo que cuantos le han antecedido.

Parece que quiere Dios que nuestra celda sea nuestro pequeño hogar y nuestro trabajo en el mundo. Haciendo desierto de nuestra soledad urbana, y teniendo recreación con nuestros hermanos de carisma muy de vez en cuando. Viviendo nuestro combate infiltrados entre los que no aceptan nuestra forma de vivir el Evangelio. Rezando por ellos, muy a su lado.

Practicar la vida de soledad, austeridad y penitencia en el mundo, supone hacerlo con mayor libertad que en la rigidez de un monasterio. Esta libertad bien puede llevar a la relajación de la tibieza o al exceso de la soberbia. Pero, ejercida con templanza y prudencia, puede llevar a una entrega más profunda y continua: abierta a la interrupción cuando Dios nos exija más entrega a la familia o al trabajo, pero con tendencia a volver a la oración intensa y la austeridad, cuando otras obligaciones se relajen. Sustituyendo el ocio, el descanso excesivo, y las frivolidades del mundo por la oración solitaria, generalmente áspera como el desierto. Mientras no seamos comunidad, debemos contrastar nuestras acciones con un director espiritual bien formado, al que seamos siempre obedientes.

Aún en la distancia, nuestro tiempo nos permite conectarnos entre los que llevamos esta forma de vida, sin una estructura rígida de reuniones o normas. Ni siquiera de compromisos y plazos. Compartiendo un fuerte amor y aspiración a los principios básicos del Carmelo, que cada uno sigue según sus fuerzas.

Hacernos unos a otros espaldas, animarnos y ayudarnos en el camino. Eso sí, en la dirección del rigor y no de la mitigación, pues ese es otro espíritu.

Si Dios así lo quiere, estemos solos, con gran entrega a los que tenemos cerca, dentro y fuera de la Iglesia.

Donde hay mucho espíritu, hay pocas reglas. San Alberto dictó sólo 24. Suficientes. No las cambiemos, no las relajemos. Adaptémoslas a nuestra vida y sigámoslas con amor. Cada uno donde esté, hasta que Dios quiera sacarnos de este destierro.


Bendito sea Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
 él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.


 Dadle gracias, Israelitas, ante los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.


 Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes:
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro padre por todos los siglos.


 Él nos azota por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre todas las naciones
por donde estáis dispersados.


 Si volvéis a él de todo corazón
y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros
y no os ocultará su rostro
.


 Veréis lo que hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos.


Yo le doy gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su pod
er
a un pueblo pecador.

CANTICO DE TOBIAS, TOBIAS 13, 1-8